El segundo largometraje de Stéphanie Di Giusto, directora de «La bailarina», comienza con una joven que tiene pesadillas, pero acaricia suavemente la foto de un soldado, rezando para que la ame. Porque de amor y deseo de ser uno mismo se tratará principalmente esta historia, inspirada en parte en la vida de Clémentine Delait, una mujer con hirsutismo conocida a principios del siglo XX y en otros casos encontrados por la directora.
«Rosalie» cautiva por la valentía y la luminosidad de este personaje de mujer con una pilosidad excepcional, interpretado por Nadia Tereszkiewicz (descubierta en «La gran juventud» de Valeria Bruni Tedeschi, y vista en «Mi crimen» de François Ozon), cuya feminidad nunca se ve comprometida. Decidiendo destacar su pilosidad, como una curiosidad que puede ser rentable, se dejará crecer la barba, permitiéndose intentar ser ella misma. En este sentido, la película sorprende, ya que las historias de mujeres barbudas han sido mayoritariamente tratadas desde el ángulo de destinos trágicos, relegadas a circos o ferias, donde eran exhibidas como criaturas repulsivas («La Caravana de lo Extraño», «American Horror Story» en series, «Freaks» en cine…). Y como destaca la primera reacción de uno de los clientes del café de su marido («eres muy guapa Rosalie»), la singularidad no siempre es sinónimo de efecto repulsivo.
El personaje se convierte entonces en símbolo de valentía y aceptación de la diferencia, a través de una historia que se convierte en comedia dramática, pero que no evita confrontar al personaje con aquellos que la desean (el estricto jefe de la lavandería, interpretado por Benjamin Biolay) o que se quedan atrapados en sus visiones estrechas de la mujer o en su odio instintivo hacia cualquier diferencia. El personaje interpretado por Guillaume Gouix resulta ser finalmente mucho más turbio que el del jefe calculador, pero seguramente hubiera merecido un poco más de desarrollo.
Describiendo los mecanismos de un acoso progresivo, en paralelo al acercamiento físico de la pareja, Stéphanie Di Giusto utiliza con inteligencia los paralelismos entre sus dos personajes, marginados por la sociedad por diferentes razones (él es un ex militar que regresa de una guerra sobre la que todos cierran los ojos…), ocultando sus cuerpos (por sus cicatrices y ese corsé que finalmente lo acerca a ella…).
Decididamente romántica, «Rosalie» finalmente reserva el concepto de «criatura exhibida» para una pesadilla puntual de la heroína al final de la película, imaginándose enfrentada a una sala vacía, símbolo del rechazo que tanto teme. Esto antes de llevarnos hacia un final más abierto de lo esperado. En cualquier caso, aplaudimos tanto la calidad de la reconstrucción como la sutileza de la interpretación, y sobre todo un tacto real en el tratamiento de la particularidad de esta mujer, desde la credibilidad de la apariencia del personaje (los vellos se pegaban uno a uno cada mañana en el cuerpo de la actriz) hasta la intimidad de una pareja que logra transmitir una emoción real.