Los aficionados a los videojuegos seguramente tendrán una opinión contundente sobre cómo la nueva película de ciencia ficción «Borderlands» se adapta a la franquicia de juegos. Es probable que esa opinión sea negativa, considerando diversos factores. Sin embargo, para un público diferente, la aventura espacial de Eli Roth, que ha tardado en llegar, se asemeja a algo salido de los cómics de los años 90, fusionado con el estilo de las películas de superhéroes contemporáneas.
Esta versión de Borderlands evoca un título de tercera categoría de una compañía que intenta seguirle el ritmo a DC o Marvel. Es como si las primeras etapas de Dark Horse o Image Comics intentaran imitar a los Guardianes de la Galaxia de Marvel o al Suicide Squad de DC, con todo su audaz y caótico estilo.
Los personajes se alinean como versiones alternativas de sus equivalentes más conocidos: Lilith (Cate Blanchett) es una especie de Star-Lord femenino o, retrocediendo un poco más, un Han Solo, un cazarrecompensas que busca recuperar a Tina (Ariana Greenblatt), la hija adolescente de Atlas (Edgar Ramírez), un poderoso ejecutivo corporativo. Sin embargo, Tina se asemeja más a una mezcla entre Harley Quinn y Baby Groot.
A la búsqueda se suman otros personajes que podrían formar una familia disfuncional: el robot sarcástico Claptrap (Jack Black), una versión de Rocket Raccoon; el temible Krieg (Florian Munteanu), un Drax de bajo presupuesto; y Roland (Kevin Hart), un tipo similar a Rick Flagg (él también forma parte del Suicide Squad). Juntos llegan al planeta Pandora, que no es el idílico mundo de las películas de Avatar, sino un vertedero que recuerda a varias sociedades de Mad Max amalgamadas.
La trama se desarrolla en una serie de misiones, lo cual no es difícil de reconocer, incluso para quienes no son gamers. Lo que realmente necesita una película colorida y ruidosa como Borderlands es ofrecer algo visualmente intrigante, con efectos digitales y un diseño de sets que mantenga el interés. Durante los primeros 40 minutos, la película logra este objetivo y se convierte en un entretenimiento poco convencional. La estética caótica de Pandora hace que algunos de los efectos extraños resulten curiosamente apropiados. A pesar de que los diálogos suelen ser tan ingeniosos como una camiseta que presume de sarcasmo, hay momentos divertidos: la seguridad exagerada de Black como Claptrap, el entusiasmo de Greenblatt y algunas ideas visuales interesantes.
Blanchett, con su vestuario brillante y su cabello rojo intenso, merece reconocimiento por no rehuir una tarea que está por debajo de su talento. En lugar de mostrar desdén como Dakota Johnson, intenta caminar con confianza, aunque no siempre con éxito, ya que el material comienza a decaer antes de la mitad del metraje. Cuando Jamie Lee Curtis aparece como un nuevo miembro del grupo, tanto ella como la película parecen perdidos en cuanto a por qué una segunda ganadora del Oscar se ha unido a esta fiesta moribunda.
Blanchett y Black parecen haber acudido a la cita principalmente por «La casa con un reloj en sus paredes», la película de terror infantil que ambos protagonizan bajo la dirección de Eli Roth, el cineasta más destacado en este proyecto. Su anterior filme, «Black Friday«, un slasher estrenado el otoño pasado, se rodó después de finalizar este trabajo, ya que Roth tuvo que apartarse para algunas regrabaciones. Al igual que en «La casa», Roth intenta explorar un enfoque diferente a sus habituales provocaciones sangrientas; sin embargo, en esta ocasión se siente abrumado, similar a Kevin Smith, al abordar un material que le queda grande, aunque su esfuerzo tenga cierto encanto. Roth muestra dificultades para manejar el giro emocional que se espera, donde los corazones de los personajes se ablandan sin razón aparente, más allá del tiempo que queda en el cronómetro.
Con su humor juvenil, ritmo acelerado y un manejo titubeante de los sentimientos adultos, «Borderlands» termina pareciendo una película infantil demasiado violenta para su público objetivo. No es tanto la gravedad de la violencia lo que impacta, sino la falta de estética; resulta curioso que Roth, conocido por su amor al gore, no logre integrar adecuadamente algunas secuencias de terror en medio de un tiroteo. Si las recientes películas de «Dune» son una versión seria de «Star Wars», y la serie «Rebel Moon» de Snyder es un intento torpe de «Dune», «Borderlands» se presenta como una versión aún más simplificada que alcanza un callejón sin salida. Hay un arte en el robo de ideas que parece eludir a esta producción, que no logra captar la esencia de lo que hace que un homenaje funcione.