Esta película de terror se desarrolla principalmente en el RMS Queen Mary, el grandioso transatlántico construido en los astilleros de Clydeside en Glasgow en la década de 1930, que desde hace muchos años está permanentemente atracado en el puerto de Long Beach, California. Para aprovechar tanto la decoración vintage del barco como sus tiendas de regalos turísticos y exhibiciones de maquetas, los guionistas han elaborado una trama que se desarrolla en dos líneas temporales. Una se sitúa en 1938, cuando tiene lugar un espeluznante asesinato ficticio, mientras que la otra ocurre en el presente, cuando una familia interesada en la historia y lo sobrenatural se ve atrapada por el legado embrujado del barco. El cruce entre los dos períodos se ejecuta con gracia gracias a una ágil edición rítmica, y hay un verdadero peso dramático en juego aquí, pero el tiempo de ejecución dilatado lo ralentiza, y muchos de los acontecimientos espeluznantes de la segunda mitad podrían haberse eliminado para ganar velocidad.
En la sección de 1938, una familia de estafadores – el veterano de guerra David Ratch (Wil Coban), su esposa adivina Gwen (Nell Hudson) y su pequeña hija Jackie (Florrie Wilkinson) – intenta hacerse pasar por gente de la alta sociedad para acceder al comedor de primera clase. Cuando su engaño es descubierto, la pequeña Jackie logra persuadir a una mesa de gente de Hollywood para que la deje hacer una audición, una súplica que atrae a Fred Astaire (Wesley Alfvin) quien la deja actuar con él. Toda la secuencia de baile, con coreografía de época y zapateado doblado en postproducción, se prolonga durante mucho tiempo, convirtiendo esta en una película con la mayor proporción de sangre a baile desde la película de culto del director japonés Takashi Miike, «La felicidad de los Katakuri». Mientras la banda toca, el padre David es poseído por un espíritu maligno y pronto hay una gran cantidad de asesinatos a hachazos, mostrados con detalles sangrientos y con el color procesado para que la sangre parezca extra oscura, tonificada a los marrones profundos del revestimiento de madera.
En la sección contemporánea, la escritora Anne (Alice Eve), su hijo de ocho años Lukas (Lenny Rush) y el novio intermitente de Anne, Patrick (Joel Fry), suben a bordo del Queen Mary para que Anne pueda presentar a su jefe, Bittner (Dorian Lough), una nueva forma de hacer que el barco sea accesible al público utilizando ordenadores o algo por el estilo. Nunca llegamos a conocer los detalles porque no pasa mucho tiempo antes de que las cosas sobrenaturales comiencen a actuar, pero este es un chiste ligeramente divertido ya que toda esta película es efectivamente un ejercicio de rebranding para el Queen Mary, convirtiéndolo en una experiencia de aventura de terror para atraer visitantes. Quizás debería haber una secuela que suba un nivel meta y nos muestre la reunión de marketing en la que discuten si deben continuar impulsando el atractivo del patrimonio del barco o bajar al mercado y convertirlo en un paseo flotante de casas encantadas. Claramente, las fuerzas de la oscuridad ganaron, como lo indica la nefasta negativa de la película a poner un «el» al principio de su título, como lo dictaría la gramática común.